martes, 27 de agosto de 2013

La taza

A pesar de lo que las malas lenguas puedan afirmar no soy una persona maniática. No lo soy de verdad, lo que pasa es que me gustan las tradiciones, y las tradiciones se forjan mediante la repetición y la constancia ¿cómo se puede llamar tradición, no sé, a 'la reunión anual de cafeteros del mundo' si no se realiza una vez al año? No señor, no se puede. Hoy voy a hablar de mi manía forma tradicional, la forma a la que acostumbro a tomar el café. 

Existen muchas maneras de tomar el café y considero que no todas admiten el mismo tipo de recipiente. No es un tema sobre el que frivolizar, porque no sólo de la calidad depende el disfrute. Puede ser un café exquisito, sí, pero si no está servido en el recipiente adecuado....No sabe igual. Por ejemplo, vas a casa de un amigo a tomar café, te pregunta cómo lo quieres, le dices que con leche y sin azúcar. Va a la cocina, lo prepara, vuelve y te da tu café. Tú no sabes qué cara poner, porque lo primero que piensas es ¿el café es para mi o para un liliputiense? Aquí está el quiz de la cuestión: Yo soy de tazas, de tazas GRANDES. 

No sé de dónde viene la manía costumbre, pero desde que empecé a tomar café ha sido así. En mi casa había tazas de todas las clases y colores: las del tipo "estuve en Torrequebrada y me acordé de ti", las que no se sabe cómo llegaron pero han estado siempre ahí, el típico jarrillo lata, altas, bajas, con asa, sin asa...y mis favoritas: las taza-cuenco. Son tazas más bien bajitas, redondas, con asa y grandes. Valen para un café, unos cereales con leche o un caldito en pleno invierno. Son maravillosas, y mi amor hacia ellas es extremadamente infinito. 

Volviendo a ese supuesto café en casa del amigo. Llega él, pletórico por ser el anfitrión y te planta delante de las narices una tacita diminuta en la que solo hay espacio para un sorbo de café. Tú eres una tía bien educada "una señorita de bien" como diría mi abuela, así que sonríes, coges la tacita y te la acercas para mojarte los labios, no vaya a ser que con el shock del momento te despistes, pegues un buche normal y la tarde de café acabe convirtiéndose en el instante de café. Una pena. 

Aquí es donde yo quería llegar: No es que la taza esté mal, es que cada tipo de café requiere un recipiente adecuado. Esa taza hubiera sido genial para un café solo, pero eso es algo de lo que hablaré otro día. 

Algunas de mis tazas, falta la taza-cuenco.
.-La Cafetera.


domingo, 25 de agosto de 2013

Café compartido I.


La de un verano de café y el médico suicida

Todo comenzó hace unos tres años, verano de 2010. Tres guionistas amateurs en busca de una historia que revolviera las entrañas del espectador y lo dejara patidifuso. Objetivo conseguido, lo que comenzó como un trabajo por cuenta propia acabó convirtiéndose año y medio más tarde en un libreto de producción infumable encuadernado en dos tomos de aproximadamente 200 páginas cada uno. 

No saben lo difícil que es escribir un guión a tres bandas, es jodidamente complicado lidiar con una rutina laboral compartida. Todas las semanas nos reuníamos tres o cuatro veces en una cafetería del centro de Málaga, este proceso se repitió durante todo ese verano. Curiosamente ninguno de los tres implicados vivíamos en el centro lo que propició que en muchas ocasiones alguno de los miembros llegara tarde y se produjera alguna que otra disputa ¿Es que hay una hora prefijada para comprar el pan a diario? ¿Esa hora debe coincidir con la hora de reunión día tras día? ¿Son las 11 de la mañana el momento propicio para ir a la panadería? Oigan, cada uno tiene sus preferencias eh!

El punto de partida de nuestra historia fueron los sucesos ocurridos en verano de 2010 en la Calle Pacífico, por si alguno no recuerda la historia voy a intentar contarla de la manera en la que la contaron los medios de comunicación, que vaya usted a saber... Una noche, un varón de raza blanca entra en una de las urbanizaciones de la calle Pacífico con la intención de robar, a la hora de la verdad, en el momento en el que es o todo o nada el muchacho se raja y sale huyendo por patas con tan mala suerte que los vecinos se enteran del percal y van tras él. El resultado es que lo atrapan y se toman la justicia por su mano, uno menos. Nuestro guión, que estaba inspirado por aquellos hechos, se tituló 'El Juego de Lucía', y ahora procederé a relatarles lo del médico suicida.

Una de las cosas que aprendimos en el verano de café fue que no toda historia merecía ser contada, al menos de la manera en la que habíamos planteado para 'El juego de Lucía'. Miguel Fadón era el médico suicida, padre de una mozuela, Lucía. El padre del señor fadón era un enfermero sobrecualificado que vendría a hacer temblar los cimientos en la vida de su hijo hasta el punto que el médico suicida le hacía una operación a corazón abierto a su hija Lucía, sin ésta necesitarlo. Imagínense, vaya película de miedo. Esta situación nos lleva directamente al fin del primer acto, en el que el guión se quedó aparcado y a la facultad de medicina, a uno de los despachos de un profesor que podría resolvernos algunas dudas en cuanto a cuestiones técnicas de la cirujía. 

El profesor, vestido con bata blanca, nos recibe a los tres en su despacho y comenzamos a hablar de cuestiones de la medicina, lo que entre otras cosas nos llevó a lo que habíamos ido a preguntar allí ¿Podría un médico operar sin ayuda a una paciente, a corazón abierto? Se ve que al médico no le terminó de entusiasmar nuestra idea, pero allí estábamos y volvimos a la carga. A ver, póngase usted en una situación extrema, está con su hijo en el Sahara, no pregunten por qué el Sahara y no Atacama o cualquier otro lugar, seguramente porque al ser profesor de la UMA no tendría para viajar tan lejos. ¿Podría operarlo sin ayuda y prácticamente sin material quirúrgico? Cinco minutos más tarde estábamos fuera del despacho del tipo con bata blanca y preguntándonos qué había salido mal. Yo realicé aquella fatídica pregunta. 

Así concluyó, a mediados de septiembre, nuestro veranó de café, dejando al médico suicida y a su hija en un cajón hasta nuevo aviso. 

.- El café de las 12. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Chan Chan

Ese café sabía a gloria. Era un café como otro cualquiera, hecho en una cafetera corriente y preparado a esa hora a la que el cerebro no da para más que aquello que sabe hacer sin razonar. 
Primero sonaba el despertador. Era un sonido completamente infernal capaz de destrozar tímpanos y quitar las ganas de vivir. Era una radio-despertador. Sonaba pocas horas después de haber conciliado el sueño, porque en aquella época dormían poco y en una cama muy pequeña. La ventana estaba a la derecha y por ella se filtraban todos los sonidos de la ciudad. Conductores haciendo sonar el cláxon creyendo que así la caravana se iba a disipar. Autobuses resoplando, cansados de hacer todos los días la misma ruta. Ambulancias, coches de policía. Y lo peor eran las palomas. El piso era muy alto, así que no era rara la mañana en la que pululaban sobre el alféizar para descansar un rato. Pero todo eso quedaba en un segundo plano. Lo importante es que estaban ahí. En una cama de 80 abrazados en pleno verano. 
Ella pasaba muchas noches allí, y a la mañana siguiente tenía que irse temprano. En realidad parecía que la responsabilidad de saludar a la aurora era de él, porque siempre saltaba el primero de la cama. Se levantaba para preparar el desayuno. Primero bajaba a comprar el pan, y después se metía en la cocina, esa cocina a la que ella tenía el acceso denegado. Exigencias de sanidad, decía él. 
Una vez preparado el café y dispuestas las tostadas, todo ello colocado en la mesa del salón, ella salía del cuarto con el peor aspecto posible, pero con la sonrisa más amplia dibujada en la cara. Parece que esa combinación funcionaba, porque a él también se le ponía cara de tonto. O a lo mejor era para no desentonar con el ambiente. Quién sabe. 
Desayunaban mirándose como gilipollas, con una timidez disimulada con medias sonrisas. Con la emoción contenida, con esa incertidumbre que revuelve el estómago, pero que sienta tan bien. 
Era un verano muy caluroso, el café era un requisito indispensable para poder afrontar el día, pero hacía mucho calor para poder tomarlo caliente. "¿Quieres hielo?" le preguntó él. "hmmmmm vale" contestó ella. Desde entonces nada más asomar el verano esa chica empieza a tomar mitad con hielo, y en su cabeza comienza a sonar....

.-La Cafetera


martes, 20 de agosto de 2013

Majestic Café

Porto es la ciudad de los edificios en decadencia, de las fachadas descoloridas, el paso del tiempo hecho belleza en cada una de las fachadas, en las baldosas, en los comercios, incluso en sus gentes. 
Hay un lugar para trasladarse a a un tiempo glorioso. Majestic Café lleva escrito en sus paredes el esplendor de tiempos pasados. Situado en la Rua Santa Catarina, la principal calle comercial de la ciudad, este edificio representa la arquitectura de la Belle Époque. 

Nos sentamos en la terraza para disfrutar del café portugués (otro más) y poder observar más detenidamente cada detalle del establecimiento. Dentro el ambiente es oscuro; paredes de madera y en contraste con suelos de mármol blanco, todo ello iluminado con lámparas de diseños imposibles. Los camareros con sus uniformes impolutos, moviéndose como el que lleva toda una vida en la profesión y sirve las mesas como un autómata. Entrenados para ser correctos, para no derramar una gota de café sobre el plato. 

Majestic Café es uno de los rincones oficiales de Porto, pero la condición de visita obligada no le resta encanto. Las tazas de café son grandes, mis favoritas. La sensación de poder beber tragos largos sin miedo a que se acabe la cafeína en dos buches mientras la imaginación me traslada a otros tiempos. Majestic Café parece un decorado más de "Midnight in Paris". 

Porto, la ciudad descolorida, la ciudad anclada en el tiempo. Porto, la ciudad del vino, la ciudad con los croissants más buenos. Porto, la primera parada de la ruta portuguesa. Porto....


.-La Cafetera

Majestic Café. Porto, verano'13

domingo, 18 de agosto de 2013

Mi primera vez

No recuerdo cuándo fue. Creo que al rededor de los 16 o 17 años, cuando ya estaba en bachillerato y tenía que estudiar "de verdad", sí, ya sabes, en plan "no puedo moverme de la silla, estoy preparándome para entrar en la universidad porque ya soy mayor".
 
Por aquel entonces tenía los fines de semana libres, los cuales aprovechaba para madrugar y sentarme delante de los libros. Hace más de tres años que no los tengo y aun así cuando entro de tarde a trabajar me levanto temprano "para aprovechar la mañana". Y yo me pregunto ¿aprovechar qué? Si la mayoría de las veces es para hacer ganchillo engullendo capítulos de series ¿es realmente necesario madrugar? Parece que sí, porque de otra manera me levantaría con un sudor frío para entrar en hiperventilación "SE ME PASA LA VIDA DURMIENDO". Y yo lo sé, lo sé, en mi cabeza resuena el "GILIPOLLAS, DUERME, QUE ANTES TE ENCANTABA". A mis 22 años sé que hacerse mayor para mí es madrugar. A más edad, menos horas de sueño PARA NO PERDERME NADA. Hay que joderse.
 
A lo que iba,  el ritual era el siguiente: llenar la pava de agua, dejarla hervir. Sacar la taza, coger una cuchara, sacar el bote de café, echarlo en la taza, escuchar el click de la tetera, verter el agua en la taza añadir la leche y para finalizar la espumita y canela espolvoreada.  Un café bonito en taza-tamaño-cuenco y tostaditas con tomate y aceite. Y así es como empecé a tomar café para poder sobrevivir. Desde entonces no lo he podido dejar. Lo he intentado, la personita sana que habita en mi ha intentado llevarme hacia la luz con infusiones, pero no, y eso que me gusta mucho el té. Negro, por supuesto. He intentado dormir las horas suficientes para no necesitar cafeína, pero no. Además, qué coño, si te conviertes en bebedor de café podrás usar con propiedad muchas frases hechas. "A ver si quedamos para un cafelillo" "te invito a mi casa a tomar café" "antes de subirnos a la biblio vamos a echarnos un café....."
 
Y Yo soy de mitá, mitá con hielo en verano, por favor.

.-La Cafetera
 
 
Foto de 2009. En mi escritorio.